jueves, 4 de septiembre de 2008

Ideas primaverales

Félix miró por la ventana del Café de los Jueves y dijo “El primaveral sol del último invierno”, bebió un trago de coñac, lo saboreo y agregó: lo de “último” es solo un recurso literario que denota la cuota necesaria de melancólica nostalgia que la vecindad de todo fin presupone.
Omar y Bernardo se miraron y le dijeron a Félix a dúo: Baja la dosis de soda cáustica, querido amigo.
José gloso apenas una línea de un tango que interpretara Ignacio Corsini: “Noches de champaña y de coco…”.
Daniel le pidió a Freddy una café largo para empujar y…subrayo: “El último alfajor”.
Todos reímos. Daniel agregó: Es cierto que cada palabra tiene, digamos, su peso específico, tan notable como que la palabra “último” remite inexorablemente al fin de un acontecimiento que atraviesa como diría Kundera “…la levedad del ser”. Daniel continuó: Recuerdo una vieja, muy vieja película cuyo título era “El último verano” cuya estructura argumental mostraba con acidez la “perdida de la inocencia” de un grupo de adolescentes y su ingreso en la adultez.
¡Ah!, dijo José, yo recuerdo otro film, mucho más viejo bajo el título “La última vez que vi Paris” con Van Johnson y Liz Taylor y agregó: sin olvidar el tango “El último farol” que interpretara magistralmente el Polaco Goyeneche, y gloso “…por la calle sin fin que va al olvido se fue llorando el último farol”.
Félix quien mantenía una prolongada sonrisa les pregunto a Omar y Bernardo si no recordaban, acaso algo, que los remitiera a un último acontecimiento.
Bernardo no se hizo esperar y dijo: “La última de muzzarella” y abrazó a Omar y le dio un beso en la mejilla.
Salí de ahí, dijo Omar al tiempo que apartaba a Bernardo y agrego: haber si nos ven. Mientras todos festejábamos las bromas Félix contó: Desde hace años una idea ronda mi cabeza. Desde niño he y hemos escuchado la referencia sobre las últimas palabras de hombres ilustres. Nos miró y pregunto retóricamente: ¿Quién no recuerda las supuestas últimas palabras del General San Martín, pronunciadas en su lecho de muerte en Bulogne Sur Mer, Francia?: “La tempestad esta llegando a puerto” o aquellas del Sargento Cabral, que herido de muerte en la batalla habría dicho: “Muero contento, hemos batido al enemigo”. También las que se le atribuyen a Van Gohg quien le habría dicho a su hermano Theo: “Quiero ir a casa”… una casa, un hogar, que nunca había tenido.
Bernardo pretendiendo aportar lo suyo mencionó las palabras que fueron dichas sobre Mariano Moreno: “Se necesitó tanta agua para apagar tanto fuego”. ¡¡No!! Dijo Daniel, dirigiéndose a Bernardo. Pedazo de bestia. Eso lo dijo quien lo arrojo al agua. Bernardo puso la mejor cara de ingenuidad que pudo y dijo: Pero a mí siempre me gusto esa frase. Naturalmente, continuó Félix, no hay certeza sobre esas últimas palabras, sino, en todo caso, hay necesidad de creer en ellas. Creer que un gran hombre no pueda morir sin pronunciar, antes de su último suspiro, una frase cargada de significación.
Daniel interrumpió a Félix y le preguntó cual era la idea que lo atormentaba. Félix que nadaba en sus aguas preferidas dijo: No son las ideas las que atormentan, en todo caso la falta de ellas. Y continuó con su relato: Hace unos años entre en la habitación del padre de un familiar cercano. El hombre yacía muerto sobre su cama y se esperaba al médico para certificar las causas de su fallecimiento. Tenía setenta y dos años. La presencia de un muerto impone respeto solemne y curiosidad. Ataviado en su pijama, tenía una expresión placida. Sobre su mesa de luz vi un libro con un señalador. Leí: “La Nausea” de Jean Paul Sartre. Este hombre me superaba en edad, tenía treinta años más, y yo había leído ese libro hacía, por entonces, veinte años atrás. Fue en aquel momento que me asaltó esa idea transformada en pregunta que ahora les comento: ¿Cuál habrá sido su último pensamiento?. Ese hombre murió de un infarto, en plena noche, sin sufrimiento ni angustia. Si bien su mujer que estaba a su lado dormía, él murió solo y jamás sabremos cual fue su último pensamiento. Pensé, entonces, que se nace y se muere, solo. Recordé que la última ves que vi a mi padre con vida, días antes de su muerte, al preguntarle como estaba me respondió premonitoriamente: “Ya ves, aquí, esperando la muerte”. No fueron, sin embargo sus últimas palabras pero imaginé que ese pensamiento lo acompaño hasta el final.

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