viernes, 12 de diciembre de 2008

“Hacete amigo del juez…”

"Describían los habientes desde arriba" escribió Sartre, en un ensayo titulado "Que es la Literatura", en referencia a ciertos voluminosos libros publicados por la editorial Hachette, en la década del treinta, a los que calificaba de "…volúmenes de silencio". Y se preguntaba, en relación a aquellos escritores y la posición ideológica que adoptaban. ¿Pero donde estaban; suspendidos en el aire? Félix arremetió con esa parrafada que anunciaba una larga y monótona disertación. Bernardo le dijo: Si va para largo, doy una vuelta manzana y vuelvo. Daniel apretó el alfajor como quien evalúa la consistencia de la maza y Omar y José se acomodaron en sus sillas dándole una vuelta previa de manera exagerada. Dale vos, dijo Félix dirigiéndose a Bernardo con tono resignado. Pero, por favor, estimado licenciado, faltaba más, continúe, dijo Bernardo que se confortaba con molestar a Félix. Bien, dijo Félix e hizo una pausa para tomar aliento e impulso: Vi, por televisión, a una señora de cabellos blancos, rostro regordete y anteojos de armazón nacarado, que me recordó a esas abuelas de publicidad, muy pulcra, muy "producida" que calificaba a la sociedad de esquizofrénica.
Y para justificar aquella calificación se refirió a los tratados internacionales a los que nuestro país suscribió y que, según ella, la ciudadanía se enorgullece de tales compromisos asumidos pero que no parece estar dispuesta a respetar. Si bien esta señora se expresaba en correcto castellano pensé que se trataba de alguien que no vivía aquí. Pero no, era ni más ni menos que la Jueza Argibay, quien se daba el lujo de calificar a nuestra sociedad como si ella no fuera parte de la misma. Y remato su concienzudo aporte con un: "…tengo miedo al linchamiento o al gatillo fácil" en referencia a los menores delincuentes. Debo reconocer que esta señora tiene poca suerte, porque apenas unas horas después, varios ciudadanos fueron víctimas del "gatillo fácil" de menores y mayores, que dedican su vida a joder al prójimo. Parece, continuó Félix, que como cuatrocientos mil menores no estudian ni trabajan. No trabajan, claro, porque en estos tiempos que corren los niños, que según el Pacto de San José de Costa Rica, son tales hasta los dieciocho años, no deben hacer tal cosa. Félix se enardeció: ¡Pero porqué no se los obliga a estudiar, entonces! Yo, grito Félix, empecé a trabajar antes de cumplir catorce años y me aportaban a la Caja de Ahorro. ¡Me ganaba un sueldo y un ahorro! ¡Hace cuarenta y cinco años los pibes de esa edad; ¿qué éramos? ¡Adultos! Íbamos a la "nocturna". Ah, eso sí, otro integrante de la Corte Suprema de Justicia, el inmaculado Fayh, pidió a la prensa que "…no se metan con la Justicia" y le reclamen al Congreso. Estamos fritos, exhaló Félix un estertor de agonía. Se pasan la pelota. Yo no soy la prensa, soy un ciudadano y el Juez Fayh integra un poder del Estado. A mí como a cualquier ciudadano se me podrá juzgar por un delito, una falta o lo que sea, pero no se me puede ni debe impedir que piense, observe y reclame para que los imbéciles dejen de contaminar. Freddy, traeme un coñac, pidió Félix. Freddy preguntó con ingenuidad, ¿Coñac, con treinta grados? José lo miro a Freddy y le dijo por lo bajo: Pibe, trae el coñac y no jodas.
 

blogger templates | Make Money Online