viernes, 19 de diciembre de 2008

Corre Papa Noel, corre

Diciembre corre vertiginoso. Tan rápido que todo se precipita fatigosamente hacía el fin del año. Pensé y recordé, entonces, que en estos días el Gobierno Nacional cumple un año de convulsionada gestión. Desde el discurso de asunción, el errático intento de la liberación de Ingrid Betancuore, sobre el fin de año, donde el Presidente saliente viajo a la frontera de Colombia y Venezuela como parte de la comitiva garante de aquel fallido proceso; la crisis por la resolución 125, que paralizó al campo tres meses, tiempo de exasperante e inútil crispación entre los sectores que se disputan, sempiternamente, los espacios de poder. Las primeras y tibias informaciones sobre la crisis financiera inmobiliaria en los Estados Unidos, que luego se convertirían en derrumbes bursátiles mundiales, como el anuncio de un ventarrón lejano al que no se le presta demasiada atención y el cual creemos que jamás nos alcanzará y que prontamente comienza a arrancarnos la ropa del tendedero. Las protestas docentes y estudiantiles atravesadas por las cerbatanas políticas. La estatización de Aerolíneas Argentinas y las jubilaciones privadas. Y el anuncio de nuevas medidas para amortiguar la desaceleración del crecimiento económico, paliativos estrechamente evaluados pero rápidamente anunciados. Por otra parte, se debatió en ambas cámaras la nueva propuesta del Ejecutivo para impulsar el blanqueo de trabajadores y capitales externos de dudoso origen.
Camino al Café de los Jueves, al encuentro con mis queridos amigos, las imagines de esos acontecimientos fulguraron por mi mente tan velozmente como un rayo y tuve que hacer un esfuerzo, como tantas otras veces, para no caer en decepciones ensombrecedoras. Traspasé la puerta del bar y la sola presencia de los afectos dibujó una sonrisa en mi cara. Quien te ha visto y quién te ve, dijo el profesor Daniel al verme llegar con mi sonrisa dibujada. ¿A qué se debe esa expresión de placidez pueril? preguntó Félix.
Ah, dije con ingenuo disimulo, recibí un piropo de una damisela y señale por la ventana, justo, cuando pasaba una señora canosa, quien se apoyaba, encorvada, en un bastón. Pucha, que se devaluó la autoestima, dijo Bernardo mirando por sobre los anteojos.
¡No!, dije, esa es la abuela, la nieta ingreso al local de ropa. Y agregué con exagerado entusiasmo: esperen ver la "potra" de la nieta. Mientras le pedía a Freddy mi cortado liviano los mantuve entretenidos, un buen rato, mirando por la ventana. Lo codeé a José quien dijo, yo la vi y rompe las baldosas, no se la pierdan. Les recomendó y les sugirió "…salgan a la vereda". Hubo amagues de salir pero no pudimos aguantar la risa y la broma se frustró. Las bromas relajan, dijo Bernardo y todos nos dejamos llevar por el momento de distensión. Omar hizo la pregunta políticamente correcta pero indeseable: ¿Dónde van a pasar Navidad, muchachos? Y agregó, cae jueves. Hubo respuesta a coro: Aquí, no. Pero disparando de los petardos y las luces de colores. ¡Feliz Navidad!

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